jueves, febrero 05, 2009

DIÁLOGO Y CALIDAD DE LA DEMOCRACIA

Señor director:
Una de las caracteristicas de las sociedades democráticas modernas –y que permite distinguirla de régimenes de gobierno no auténticamente democráticos–, es que los desacuerdos sociales que plantea la vida en comunidad en situaciones de pluralismo social y cultural, deben ser resueltos mediante el diálogo, la deliberación pública y el intercambio racional de argumentos entre los diversos actores de nuestra sociedad: esta es la consecuencia necesaria que se sigue de entendernos libres e iguales en dignidad y derechos, como mandata la Constitución.
En estas condiciones, sólo se debe admitir como legítima la autoridad del mejor argumento, y en ningún caso, consideraciones irracionales fundadas en dogmas o intuiciones metafísicas que la modernidad ha relegado al ámbito de las creencias y lo privado.
De esta manera, cuestiones complejas como el aborto, la eutanasia, los matrimonios entre personas del mismo sexo, y tantos otros que producen profundos desacuerdos en nuestra sociedad, no deben quedar exentos apriorísticamente del debate público, especialmente en periodos eleccionarios. Pues si bien el Parlamento es la genuina institución para el desarrollo del debate democrático, no es el único, y son precisamente las elecciones el lugar de actualización de la soberanía popular, toda vez que participamos políticamente a través del voto eligiendo a quienes planteen razones que nos convenzan o representen. Así, si un candidato presidencial sugiere que está dispuesto a discutir temas como el aborto, no realiza compromiso alguno con alguna postura al respecto, sólo explicita su lealtad al sistema democrático.
En definitiva, independiente de la decisión final adoptada en cualquiera de estos temas conflictivos, lo trascendental para el sistema democrático es que como ciudadanos seamos lo suficientemente maduros y reflexivos para dialogar y debatir con argumentos racionales en un ambiente de intensas discrepancias; y no cerrarnos a reconocer en el que piensa distinto es alguien tan igual y libre como uno, es decir, no negarnos a dialogar con él.

Eduardo A. Chia. Ayudante de Derecho Constitucional. Universidad Andrés Bello.
Flavio Quezada Rodríguez. Ayudante de Derecho Constitucional. Universidad de Chile.

viernes, marzo 07, 2008

Libertad, igualdad y tribus urbanas.

La realidad de las diferencias en las sociedades pluralistas y democráticas es insoslayable: católicos, protestantes, musulmanes, izquierdistas, derechistas, homosexuales o heterosexuales, hombres y mujeres. La diversidad como el quiebre de la unidad del discurso moral es un hecho de la modernidad (nos guste o no, si no desafíen a un opusdei a que convenza de su “verdades absolutas” a un comunista, liberal, socialdemócrata o cristiano progresista sobre cuál es la sociedad justa… el sistema democrático no es sino respuesta a este hecho ante la necesidad de acuerdos).

Desde el siglo XVIII tanto la tradición liberal, como la socialista consideran a la persona como un valor: la dignidad humana es el centro del orden social y político que se busca. Esto no es más que considerar a cada persona como libre e igual a las demás. Es por ello, que tanto el estado como el derecho no pueden si no ser justificados, legitimados desde la persona como valor: ya no pueden concebirse como hechos naturales… al final del día, como realidad impuesta por alguna autoridad suprahumana… dios, dioses o algo parecido; como declarara Nietzsche, lo relevante no es que exista o no dios, si no que la modernidad prescinde de estas autoridades suprahumanas. Volver a atrás, y buscar justificaciones metafísicas (dios, la verdad en absoluto, el ser en sí… cosas por el estilo) a la política no es sustentable en la modernidad, y quienes utilizan esto en el discurso político lo hacen como recurso desesperado a la ausencia de razones capaces de convencer en el juego democrático… ¿no es acaso fácil estar contra ciertas actuaciones morales aduciendo que va contra lo que dios estableció?, ya que, en último término, dios en la boca de las personas puede justificar cualquier cosa: ¡cuántas matanzas no han habido en su nombre! (si hasta hubo quienes así justificaron el ilegítimo 11 de septiembre de 1973)

Con el avance del proceso democratizador se institucionalizan las ideas del autogobierno –única forma del ejercicio de la autoridad entendible como legítima- y los derechos humanos –expresión de entender a la persona humana como valor-, estos últimos son considerados por Gregorio Peces-Barba síntesis de un proceso histórico dialéctico de fundamentación y positivización, es decir, (y en fácil) los derechos humanos no son ni de los liberales ni de los socialistas, son hijos de ambos.

Pero libertad e igualdad no son antitéticas, al contrario, van de la mano. Su relación no es sólo ser hermanas históricas de nacimiento, su relación se plantea también teóricamente: sólo se puede ser igual (formalmente) en tanto se es libre, y sólo se puede ser libre en tanto se es (de un mínimo) igual (materialmente). Esto es lo que raya la clara línea de diferencia entre los izquierdismos totalizantes o igualadores y el actual neoliberalismo salvaje –Excurso: ¡cuán importante es dejar las cosas claras en política!, por ello lo sectores que lo hacen reciben el entusiasmo de la ciudadanía (veamos los casos del socialismo de Zapatero o las propuestas demócratas en EE.UU)-.

Así, primero, se es igual, ya que se es libre, pues al considerar a la persona humana un valor, se considera dentro de ella todos los distintos individuos. La igualdad acá es un igual valor asignado a todas las diferentes identidades que hacen de cada persona un individuo diferente de los demás y de cada individuo una persona como todas las demás. Esta es la igualdad formal. Acá se tutelan las diferencias, ante lo que se postula la tolerancia y la libertad de construir libremente nuestros proyectos de vida. Ninguna persona puede ser igualmente valorada como las demás si se le discrimina considerando aquellos elementos constitutivos de su identidad, es decir, ningún joven puede ser igual persona como todas las demás si se le discrimina por como se viste, habla, se pinta su rostro, etc.

Segundo, se es libre, porque se es mínimamente igual desde un punto de vista material. Acá la igualdad es un desvalor asociado a las diferencias de orden económico y social de los que provienen los obstáculos que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana. Esta es la igualdad sustancial. Esto no es sólo un valuarte de la tradición socialista: si bien a un liberal consecuente le duele la pobreza en tanto limita la igualdad de oportunidades, y a un socialista le duele la pobreza como expresión de la desigualdad; a ambos le duele y no pueden menos que estar de acuerdo en que es necesario un mínimo de igualdad material que permita la libre expresión de la personalidad: ¿cuál es ese mínimo? he ahí una gran discusión, pero de que hay un importante acuerdo… lo hay. Por ello, la idea de un mínimo de derechos sociales parece no estar en discusión para estas dos tradiciones: al menos se pueden postular dos derechos que se han entendido presupuestos democráticos, el derecho a la educación y a la sobrevivencia.

Esta brevísima y superficial exposición de principios vertebrales de la modernidad, es presupuesto necesario para hacer una crítica a la realidad con que chocan. Sólo así podemos entender por qué es correcto defender las diferencias y luchar contra las desigualdades, o dicho de otro modo, por qué no es contradictorio defender ley de cuotas, anti-discriminación, acciones afirmativas en pos de los discriminados y luchar por la igualdad en nuestra sociedad. Nuestra igualdad, como progresistas, no es igualar individuos; ni una igualdad reducida a algo meramente formal a la platónica que sea desmentida con fuerza por la realidad… si no considerar a cada persona tan igual como todas las demás y que esto no sea truncado por la realidad.

Así, si tenemos que de hecho existen barreras que obstruyen la libertad expresada en desigualdades materiales, ese hecho será considerado injusto tanto por liberales como socialistas… así será plenamente ajustado a la libertad e igualdad que a través del Estado se realicen acciones positivas que eliminen tales restricciones. Esto, que parece ser algo terrorífico para los neoliberales (especialmente a los conservadores respecto de las acciones afirmativas para mujeres y minorías), es exactamente homologable a las prestaciones –acciones positivas- que realiza el estado para defender sus idolatradas libertades de actividad económica, tráfico de la propiedad y la propiedad misma… ¿no es acaso una acción positiva los gigantescos gastos públicos en Policías para la defensa de la propiedad, la institucionalidad de la libre competencia para la libertad económica o el sistema electoral para los derechos políticos?

Últimamente han aparecido con fuerza estos grupos juveniles que se visten llamativamente, hablan distinto y se divierten de formas distintas… obviamente, a las mentes autoritarias legatarias de nuestro pasado oscuro -cuyos secuaces aún rondan por el Parlamento- esto molesta: ¿cómo no va a molestarles que los jóvenes hoy sean más conscientes de su libertad y la ejerzan…que sean más tolerantes, abiertos de mente, dispuestos a entender que su cuerpo les pertenece y que su libertad son algo irreductible, que ni los padres pueden apropiarse ni de sus sueños, vida…en suma, de sus propios proyectos de vida?

Los defensores del régimen democrático debemos estar contentos de estos avances hacia la libertad: hoy los jóvenes son más libres y están conscientes de ello, sus vidas ya no serán vividas por autoridad alguna (patriarcal o estatal), si no por ellos mismos.

Pero estos avances, también chocan con los lados oscuros de nuestro país: neonazis (¿!) que golpean a quienes son distintos, legislación arcaica que no reconoce la diversidad, los sectores conservadores negándose a reconocer esta libertad (ejemplo, la respuesta a la moción del diputado Enríquez-Ominami sobre la legalización del matrimonio homosexual). Como siempre, la sociedad va adelante, la clase política…ni siquiera atrás, como decía Tironi, si no que en cualquier otra parte, yo diría en su propio universo paralelo (sino consulten cualquier encuesta y vean el nivel de identificación de la ciudadanía con los actores políticos en Chile).

Así, en suma, quienes defendemos la libertad conectada a la igualdad no podemos menos que alzar la voz: la ley anti-discriminación es necesaria: la democracia lo exige! Están plenamente justificadas las acciones estatales dirigidas a la defensa de la tolerancia, corolario de la libertad… hacerlo es una deuda democrática de la clase política (obviamente parece ser sólo asumible por los progresistas), al menos, con los jóvenes que hoy desarrollan su identidad en ejercicio de su libertad en las llamadas tribus urbanas... no hacerlo es una atentado frontal a la igualdad y la libertad.

viernes, julio 27, 2007

Reivindicando el viaje a la semilla.


No por nada se ha escrito que todo ya ha sido dicho, de una u otra forma, por los clásicos, y que todo el desarrollo intelectual posterior no sería más que pies de páginas explicativos de las magnas obras griegas.

Tales apreciaciones, magnificadas por cierto, son explicables sólo si uno se da el tiempo de leerlos, de emprender, como Carpentier, un viaje a la semilla, al origen del pensamiento, de nuestra forma de ver el mundo, particular y especialmente, a nosotros mismos…y de esa forma uno no puede menos que quedar con una mezcla entre maravilla y decepción. Me explico, decepción ya que uno se da cuenta que con varios autores -y uno mismo al leerlos- no hace más que descubrir América…y varias veces; la maravilla por el hecho de que cosas así hayan sido dichas 2500 años atrás.

Para ejemplificar, unas cuantas citas: “Los hombres cometieron y sufrieron la injusticia alternativamente; experimentaron ambas cosas; y, habiéndose dañado por mucho tiempo los unos a los otros, no pudiendo los más débiles evitar los ataques de los más fuertes, ni atacarlos a su vez, creyeron que era de interés común impedir que se hiciese y que se recibiese daño alguno. De aquí nacieron las leyes y las convenciones. Se llamó justo y legítimo lo que fue ordenado por la ley.” (Platón, La República, libro segundo). De seguro, si no se explicitara la fuente, cualquiera creería que es una cita contractualista, de inspiración ilustrada: destacaría que el estado de naturaleza, de guerra de todos contra todos, al ser indeseable –y las personas racionales por presupuesto- los hombres se unen entre sí y se dan un orden social. Pero, lo cierto es que tales ideas ya fueron enunciadas mucho antes, el desarrollo posterior vino a precisar conceptos, y asumir una fuerza histórica invaluable por el contexto en el que se plantearon -me refiero al valor de expresar dichas ideas bajo un régimen de monarquía absoluta-, pero lo dicho…dicho y escrito está.

Sigamos con los ejemplos: “Este Estado no es uno por su naturaleza, sino que encierra necesariamente dos Estados: uno compuesto de ricos y otro de pobres, que habitan el mismo suelo y que se esfuerzan sin cesar en destruirse los unos a los otros”. (Platón, La República, libro octavo). Hagamos el ejercicio de cambiar “dos Estados”, por clases y precisemos -contextualización mediante- burgueses y proletarios, ya obligadamente tendríamos que cambiar al autor, de Platón a Marx. Mismo ejercicio se puede hacer en la siguiente: “Pero lo que es imposible es que los mismos sean a la vez pobres y ricos, y por esto parecen ser éstos por excelencia las partes de la ciudad, es decir, los ricos y los pobres. Y por el hecho, además, de ser de ordinario los primeros pocos y los segundos muchos; se presentan estas partes como clases antagónicas dentro de la ciudad, de suerte que una y otra establecen los regímenes políticos con vistas a su respectiva supremacía”. (Aristóteles, La Política, libro cuarto, III).

Los ejemplos así abundan, y de seguro ya se ha escrito mucho sobre esto…por ahora, me resigno a no descubrir Américas.

Así, no pretendo demostrar lo ya demostrado- me refiero a los puentes o filiaciones intelectuales en la historia del pensamiento-, ni pretendo explicitar acá la sabiduría e importancia de leer a estos autores –sería como decir que lo bueno es bueno-; si no, por el contrario, exponer que los progresistas, que estamos débiles en desarrollo ideológico, no nos hará mal hacer el esfuerzo de leerlos en nuestra clave, de iniciar un camino de desarrollo teórico con bases sólidas, y eso lo podemos hacer si volvemos atrás… y no sólo a Marx para criticarlo con Giddens o hacernos Habermasianos como caballos de feria(para creernos más izquierdosos), el viaje, es más largo. El valor de emprenderlo, no sólo es tener bases sólidas para nuestro edificio teórico, sino, también, darle amplitud a la justificación (fundamentación o justiciabilidad) de nuestros planteamientos, en fácil, que más compartan lo que pensamos y hacemos, ya que de esta manera levantamos nuestras ideas desde donde se levantan el mínimo moral/ético común de nuestras sociedades.

De igual manera, no podemos soslayar la tradición kantiana, como excelsa expresión liberal, y tomar la robusta fundamentación de la libertad y poner a su lado nuestros pilares de argumentos por la igualdad material que no obste a las diferencias de los individuos. Sólo podemos llegar más arriba si nos paramos sobre los más grandes, así se pueden alcanzar las estrellas como quería Recabarren según Victor Jara.

Esta tarea no es sólo de los teóricos que militan en nuestras filas -que por cierto tienen la tarea hecha-, es de todos y todas los militantes de a pie de hacernos partícipes de nuestro discurso con su fundamentación… ya admitimos que nuestra fuerza serán las ideas, nuestros ejércitos los argumentos y sus armas la palabra, cambiar el mundo implica convencer a los demás que aquello es lo mejor.

Y por último, me permito un excurso con una cita de Platón, apropósito de la austeridad en que deben vivir los guardianes de la República: “Porque desde el momento en que se hicieran propietarios de tierras, de casas y de dinero, de guardianes que eran se convertirían en empresarios y labradores, y de defensores del Estado se convertirían en sus enemigos y sus tiranos; pasarían la vida aborreciéndose mutuamente y armándose lazos unos a otros; entonces, los enemigos que más deben temerse son los de dentro, y la República y ellos mismos correrán rápidamente hacia su ruina”. Entonces, si Platón es un gran sabio, habrá que hacerle caso; luego, ¿podemos dejar que Piñera sea Presidente?. Un ejemplo de que también podemos sacar respuestas prácticas y no sólo teóricas de estos grandes.

miércoles, julio 04, 2007

Igualdad y Diferencias.


Igualdad y diferencias.



La realidad de las diferencias en las sociedades pluralistas y democráticas es insoslayable: católicos, protestantes, musulmanes, izquierdistas, derechistas, homosexuales o heterosexuales, hombres y mujeres. La diversidad como el quiebre de la unidad del discurso moral es un hecho de la modernidad (nos guste o no).

Desde el siglo XVIII tanto la tradición liberal, como la socialista consideran a la persona como un valor: la dignidad humana es el centro del orden social y político que se busca. Esto no es más que considerar a cada persona como libre e igual a las demás.

Con la consolidación de la democracia se consideran aquellos principios como presupuestos esenciales, que Gregorio Peces-Barba considerara síntesis de un proceso histórico dialéctico de fundamentación y positivización de los derechos humanos, es decir, (y en fácil) los derechos humanos no son ni de los liberales ni de los socialistas, son hijos de ambos.

Pero libertad e igualdad no son antitéticas, al contrario, van de la mano. Su relación no es sólo ser hermanas históricas de nacimiento, su relación se plantea también teóricamente: sólo se puede ser igual (formalmente) en tanto se es libre, y sólo se puede ser libre en tanto se es (de un mínimo) igual (materialmente).

Se es igual, ya que se es libre, pues al considerar a la persona humana un valor, se considera dentro de ella todos los distintos individuos. La igualdad acá es un igual valor asignado a todas las diferentes identidades que hacen de cada persona un individuo diferente de los demás y de cada individuo una persona como todas las demás. Esta es la igualdad formal. Acá se tutelan las diferencias, ante lo que se postula la tolerancia y la libertad de construir libremente nuestros proyectos de vida. Ninguna persona puede ser igualmente valorada como las demás si se le discrimina considerando aquellos elementos constitutivos de su identidad, es decir, ningún homosexual puede ser igual persona como todas las demás si se le discrimina por ser homosexual.

Se es libre, porque se es mínimamente igual desde un punto de vista material. Acá la igualdad es un desvalor asociado a las diferencias de orden económico y social de los que provienen los obstáculos que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana. Esta es la igualdad sustancial[1]. Esto no es sólo un valuarte de la tradición socialista: si bien a un liberal le duele la pobreza en tanto limita la igualdad de oportunidades, y a un socialista le duele la pobreza como expresión de la desigualdad; a ambos le duele y no pueden menos que estar de acuerdo en que es necesario un mínimo de igualdad material que permita la libre expresión de la personalidad: ¿cuál es ese mínimo? he ahí una gran discusión, pero de que hay un importante acuerdo… lo hay.

Esta breve fundamentación de los principios vertebrales de la modernidad, es presupuesto necesario para hacer una crítica a la realidad con que chocan. Sólo así podemos entender por qué es correcto defender las diferencias y luchar contra las desigualdades, o dicho de otro modo, por qué no es contradictorio defender ley de cuotas, anti-discriminación, acciones afirmativas en pos de los discriminados y luchar por la igualdad en nuestra sociedad. Nuestra igualdad como progresistas no es igualizar individuos, si no considerar a cada persona tan igual como todas las demás

Es un hecho que en Chile las mujeres están infra-representadas políticamente, y subvaloradas socialmente: de lo primero es muestra que conformen tan sólo el 12,6 % del Parlamento[2], de lo segundo su casi 40% de participación en el mercado laboral y su cercano 30% menor remuneración por igual trabajo en promedio[3]. El género, en conformidad a otros elementos constituye la identidad de cada persona, su no discriminación es necesaria para la expresión de la libertad y la igualdad, pero en Chile se le discrimina a una mujer por el hecho de ser mujer y si es lesbiana, además (!), por el hecho de serlo (y la lista puede seguir: joven, indígena, atea, pobre…)

La experiencia internacional ha demostrado el éxito de las leyes de acción afirmativa en materia de representación política, en particular, la ley de cuotas[4]. Así, el tema no es que acá se esté discriminando a los hombres, ni que se establezca una “especie” de discriminación hacia las mujeres…lo que está en juego es más de fondo ¿queremos ser una sociedad libre y justa o no? Si la respuesta es un sí (y teniendo presente que quien quiere el fin, quiere los medios) entonces se quiere una ley de cuotas, una antidiscriminación y un reconocimiento constitucional de las minorías étnicas.

Aquellas leyes no implican establecer una supuesta desigualdad hacia las mujeres o minorías, no implica ser incoherentes con la incansable lucha por la igualdad; muy por el contrario, conllevan ser leales y consecuentes con ella. En suma, es luchar por la igual consideración de los diferentes individuos como personas como todos los demás y a cada persona digna de vivir una vida que materialmente le permita ser libre y poder desarrollarse plenamente.


[1] Estas ideas son excelsa síntesis de Luigi Ferrajoli en su obra: Derecho y Razón.

[2] FLACSO CHILE, IDEA. Cuotas de Género, Democracia y Representación. Santiago, Chile. 2006.

[3] VALDÉS, Ximena. Lo Privado y lo Público: lugares de desigual disputa. Mesa de Agenda Progénero, realizada por la Fundación Chile 21, con apoyo de la Fundación Friedrich Ebert y la División de Estudios del Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

[4] FLACSO CHILE, IDEA. Op. Cit.

viernes, junio 08, 2007

Los derechos a no perder.

Los derechos a no perder.


Hoy la Presidenta anunció al país los resultados de la encuesta CASEN. La pobreza aparece reduciéndose notablemente y la distribución del ingreso en igual tendencia respecto de los ingresos reales entre el 20% más rico y el 20% más pobre, diferencia que se ve ampliamente reducida (7 a 1) si se consideran las prestaciones estatales.

Conclusión según nuestra presidenta: el efecto de justicia distributiva tan sólo puede realizarse vía intervención del estado…creer en el chorreo es creer en el viejito pascuero (aceptable sólo en alguien muy inocente o derechamente perverso). Sin duda es un notable avance y los gobiernos de la Concertación tienen otro logro que contar al país.

Esto es un interesante contexto en el cual plantear una tesis que he defendido hace un tiempo: La Constitución es cada vez más de las personas que del grupo reaccionario que quiso a través de ella consagrar sus intereses. Es más, desde las reformas del 2005, sí que es de todas las personas que habitan nuestro país.

Las sucesivas reformas que ha tenido y los tratados internacionales que se han suscrito democráticamente, han pavimentado el camino para hablar con propiedad que en Chile tenemos una Democracia Constitucional y, que por lo mismo, no sólo respetamos lo que dice la mayoría en parlamento o en las elecciones; si no que también sabemos que hay cosas indecidibles (derechos fundamentales de libertad, civiles y políticos) y cosas que no se pueden dejar de decidir (derechos sociales fundamentales). Sobre esto último quiero detenerme.

Se critica que lo expresado en el texto fundamental o son intereses de clase, o son simple verborrea hipócrita cuando se habla de derechos de los débiles.

No obstante ser lo anterior cierto respecto de determinados derechos contextualizados (léase, realidad fáctica versus realidad normativa), aquella crítica no empaña el tremendo valor político y de justicia el concebir la Constitución como el hogar protector de los menos favorecidos…en la simple lucha política, miles con palas no ganan a un puñado con metralletas…o una bomba. La historia es un excelente ejemplo, el poder popular sufrió su 1973 en Chile, los puños de 1917 sucumbieron a la dictadura de la burocracia entre muros, para luego abatirse en la dictadura del capitalismo salvaje, al caer aquellos. Ante la ley del más fuerte de la política siempre perderá el más débil… a menos que tenga derecho a no perder: eso son los derechos fundamentales de la Constitución.

La no efectividad de declaraciones como “Todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, deben ser contrarrestadas con la realidad y criticarse desde ella, al menos, por cualquier socialista democrático consecuente o coherente, desde el mundo social…desde el centro del conflicto político de nuestra sociedad. Pero debe ser el principal dogma del socialista legislador y/o jurista. El primero, al tratar de plasmarlo en cada ley que dicte, creando las garantías que sirvan a las personas para que nunca pierdan en lo que nadie tiene derecho a perder, pero asumiendo la conducta crítica en tanto dirigente desde el mundo social, desde la arena política; permitiéndole así ser propositito a la hora de generar garantías legales de los derechos fundamentales. El segundo, asumiendo la misma postura tanto crítica como propositiva, a la hora de realizar su trabajo intelectual y práctico.

Cada socialista democrático debe desdoblarse: Ser crítico desde lo que es, pero propositivo desde lo que debe ser y no es para que sea.

En definitiva, de este proceso dialéctico constante, del socialista crítico y el socialista axiológico (normativo o propositivo) puede salir la síntesis de una realidad que será desde lo que no es, pero que asumimos que debe ser (léase, un mundo distinto).

El ex-presidente Lagos y la presidenta Bachelet muy bien lo entienden, derechos fundamentales no son sólo los DD.DD (lucha de primerísima relevancia, por cierto), sino que construir las garantías desde las políticas públicas y el actuar legislativo nos llevarán a un país más justo, y eso se está plasmando. La Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos son el punto de partida; pero también, el punto de llegada (no obstante poder cambiarse, según nuestros avances, la meta a llegar)

La izquierda de políticas consistentes de nuestro país, como un modelo distinto a la izquierdas verborreicas de otros países de la región (según el esquema de Patricio Navia), realizan un robustecimiento del sistema social inexistente post dictadura, en un contexto de libertades… es decir, se consagra el modelo de la democracia constitucional, tanto política como jurídicamente: Democracia formal – libertades, gobierno de la mayoría en las urnas y en el parlamento- y Democracia sustancial –garantías de protección del mismo sistema democrático y los derechos fundamentales-. Los frutos son haber reducido la pobreza e indigencia en tan poco tiempo como ningún país subdesarrollado e ir avanzando en la disminución de las injusticias en la distribución del ingreso (progresos del que ni siquiera los que tienen petróleo pueden jactarse).

En definitiva, con gobiernos de socialismo democrático de izquierda consistente, lo que no es, pero debe ser, será[1].



[1] Cabe precisar, que si bien el será jamás será plenamente facticidad, aquello no es más que el seguir reafirmando que las utopías siguen vivas…ser socialista democrático es seguir creyendo en utopías.

martes, abril 10, 2007

Más descarado que la UDI…

En estos días hemos visto al gobierno retomando la agenda política del país y centrado en sus grandes problemas: la necesidad de mayor democratización, mejorar la educación, reformar el sistema provisional enmarcado en la promesa (y necesidad) de un sistema de protección social que convierta a los derechos humanos de cada chileno y chilena en realidad (entre ellos el derecho a la educación y la soberanía popular).

La llegada de Viera-Gallo, en un contexto de crisis política por el Transantiago que gatilla un profundo cambio de gabinete, volvió a poner en el tapete la necesidad, no sólo que la Concertación se ordene para el éxito del gobierno y su programa, si no que también la de ser capaces de llegar a acuerdos con las oposiciones (derecha y PC): los grandes cambios necesitan muchos votos en el parlamento.

En este contexto, se nombró al nuevo Contralor General de la República (CGR), Sr. Ramiro Mella, conocido derechista de raigambre conservadora. Esta característica política del nuevo contralor, no es indiferente para nuestra democracia, ya que si bien la CGR es un órgano técnico y autónomo (como lo define la Constitución), es la que tiene la facultad de tomar o no razón de un decreto, de representarlo ya sea por ilegalidad o inconstitucionalidad, y de categorizar los decretos administrativos de exentos o no de dicha toma de razón; ejemplificando esto, es quien tiene el poder de hacer vinculante o no un decreto exento del ministerio de salud que permita la distribución masiva de métodos anticonceptivos, como, por ejemplo, la píldora del día después. Todo esto, teniendo presente que tal personaje adhirió a una declaración de juristas conservadores que consideraban inconstitucional aquella medida.

Los que seguimos confiando en este gobierno, nos consolamos con que el precio a pagar por ese nombramiento sería, al menos, llegar a aquel necesario entendimiento con la oposición derechista, en atención a las leyes que se debían discutir que necesitan un quórum de ley orgánica (nueva LOCE y reforma al binominal). Si no es capaz el gobierno de conseguir los votos necesarios para impulsar su agenda legislativa, al menos, en ambas leyes, aquel nombramiento, más que un triunfo del nuevo ministro, será un triunfo de la derecha.

Respecto del binominal, son esperanzadoras las señales dadas el día de su presentación al país por la presidenta, en atención a que asistieron tanto el PC como RN. La puerta hacia más democracia parecía abrirse. Como no soy ingenuo, entiendo que no le es exigible al gobierno poder llegar a entenderse en esta materia con la UDI, ya que es ampliamente conocido que si una letra le sobra a su sigla es la “D” y que si es que algo se enorgullecen de publicitar es que “no pueden caminar y mascar chicle a la vez”: a penas se dio a conocer el proyecto saltaron las voces reaccionarias de siempre, diciendo, básicamente, que ante tan grave crisis en el transporte público capitalino, el gobierno no podía centrarse ahora en discutir algo que tan sólo “importaría a los políticos”.

De las expresiones de la UDI se pueden sacar, al menos, dos conclusiones:

1º No tienen idea de cómo funciona el diseño institucional en democracia: Si bien es el ejecutivo el que lleva a la práctica las políticas públicas (y entre ellas, el transantiago) y administra el Estado; le corresponde al legislativo analizar, discutir y votar las leyes que interesan al país, y qué mas relevante que todo lo concerniente a la profundización o no de la autodeterminación popular en nuestro país. Está bien que la oposición fiscalice, y es legítimo que critique (aunque también sería sano y esperable una que otra propuesta, de esas cosas que precisamente no les hemos escuchado), pero que sus parlamentarios, en especial el Sr. Larraín, no se olviden del mandato constitucional y ciudadano que deben responder… ¿o es que acaso sus capacidades se limitan a realizar una sola cosa a la vez?

2º No se avergüenzan de ser elitistas, rayanos en el fascismo: decir que la discusión de cómo se estructura nuestro sistema de elección de los representantes de la voluntad popular es algo que tan “sólo preocupa a los políticos”, es decirles a los ciudadanos que la verdadera soberanía no es popular, sino oligárquica, y que ellos son detentadores de ella (en parte) ya que deciden cuándo y cómo cambiar tal sistema. Tipos descarados.

En suma, de la UDI no era esperable menos… y sólo nos queda esperar que el nuevo contralor no sea un gol, si no el precio de importantes reformas para nuestro país.

martes, marzo 06, 2007

Transantiago: Santiaguinos ante el dilema del prisionero.


El pasado mes Carlos Peña escribió en su columna de El Mercurio, que "A primera vista, el mejor transporte público es el que cada uno preferiría para sí. Pero eso, tarde o temprano, conduce al desastre. Una micro en cada esquina, largos recorridos y alta frecuencia producen costos sociales -contaminación, lentitud, accidentes- que no podemos pagar." En el mismo sentido se ha manifestado Patricio Navia. No pueden tener más razón.
El caso del transporte público demuestra que las decisiones tomadas desde parámetros meramente individuales pueden llevar a una completa irracionalidad sistémica (subutlización de recursos) y a costos colectivos altísimos que no deberíamos pagar, ni estar dispuestos a ello (externalidades económicas moralmente injustificables. v. gr. las guaguas del sector poniente que cada invierno morían por la alta contaminación). Su resultado claro fueron las micros amarillas, el Transantiago la solución planteada.
Los santiaguinos durante muchos años nos acostumbramos a un sistema de transporte público en donde teníamos líneas hasta por nuestros pasajes y paraderos en la esquina que se nos antojase, sobrepoblación de micros casi vacías pasando por las mismas calles (Alameda)... Santiago era una selva en donde el más fuerte se podía subir a una micro ( si no, pregúntenle a cualquier escolar o minusválido).
Transantiago plantea la necesidad de la cooperación social (antaño y manoseada solidaridad...que, para ser exactos, apellidaremos cívica), el cambio de paradigma de la racionalidad a utilizar (de una solamente individual, a una colectiva... ¿no es acaso esa una tarea del Estado?). Los santiaguinos estamos ante el dilema del prisionero.
Famoso es el siguiente dilema en donde la policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos, y tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos permanecen callados, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante seis meses por un cargo menor. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. ¿qué es lo mejor?
La solución que la racionalidad individual da a este dilema es un resultado irracional coletivamente: el incentivo a traicionar al otro recluso es altísimo (quedar libre) y las pérdidas individuales nulas, así, individualmente lo óptimo es delatarlo. Mientras que si ambos siguen la misma solución (que individualmente es la más racional, pero coletivamente irracional) ambos pierden necesariamente pues estarán presos por 6 años (es decir, no existe minimización de las pérdidas, individualmente). Esto es una solución de suma cero, es decir, uno gana totalmente siempre y cuando el otro pierda totalmente, lo cual tan sólo es sostenible si fuéramos náufragos en una isla virgen... no funciona en una ciudad de 5 millones de habitantes. En el sistema antiguo: unos ganaban ¿totalmente? (servicio de transporte urbano) mientras otros perdían, incluso, totalmente (muertes por contaminación, subutilización recursos, etc).
Desde un punto de vista colectivo, si ambos prisioneros cooperaran mutuamente, ambos tendrían una pena baja (sólo 6 meses), sin embargo, ambos minimizan la pérdida máxima y el juego no es suma cero, si no que llegamos aun equilibrio de nash, es decir, ningún prisionero se beneficia cambiando su estrategia mientras el otro no cambie la suya y así llegan a un óptimo en donde ninguno pierde totalmente, ni ninguno se lleva la pelota para la casa (¿no es eso solidaridad... lo tan cercano al socialismo anhelado o la democracia con su civilidad que la alegría traería?). La cooperación es necesaria para soluciones racionales.
Con lo anterior quiero mostrar que en su gran mayoría los santiaguinos han juzgado el sistema desde criterios mera y solamente individualistas, y que es imprescindible para el buen funcionamiento de un sistema de transporte la cooperación... si nos llenamos de delatores , Santiago será una selva (como lo era con las micros amarillas).
Por ello, cuando escuchamos a la presidenta Bachelet estar dispuesta a arriesgar su popularidad por el funcionamiento de la reforma al sistema de transporte público...escuchamos la voz de una estadista, y no queda más que apoyarla como socialistas, demócratas o, sencillamente, ciudadanos. Tampoco yerra el diputado radical que calificó a los boicoteadores y críticos ácidos del sistema como antipatriotas, ya que su racionalidad individualista (cálculos electoreros) sólo nos lleva a la barbarie.
Por otra parte, es necesario precisar que no soy ciego ante los evidentes errores y fallas del sistema, que existen zonas con pocos recorridos, poco frecuentes o inexistentes... pero eso no debe empañar la decisión de una Jefa de Gobierno en actuar por la dirección de la planificación central que en definitiva es el camino correcto, racionalmente, para un Santiago que no es una isla virgen, sino una gran ciudad con intenciones de desarrollo.
Lo anteriormente dicho, demuestra también, que es plenamente necesario y justificado que el Estado intervenga empresas si estas no están funcionando como debieran.
Bachelet muy bien lo sabe, los niños y niñas de Chile, en este caso de Santiago y especialmente los del sector poniente, no pueden esperar.