viernes, junio 08, 2007

Los derechos a no perder.

Los derechos a no perder.


Hoy la Presidenta anunció al país los resultados de la encuesta CASEN. La pobreza aparece reduciéndose notablemente y la distribución del ingreso en igual tendencia respecto de los ingresos reales entre el 20% más rico y el 20% más pobre, diferencia que se ve ampliamente reducida (7 a 1) si se consideran las prestaciones estatales.

Conclusión según nuestra presidenta: el efecto de justicia distributiva tan sólo puede realizarse vía intervención del estado…creer en el chorreo es creer en el viejito pascuero (aceptable sólo en alguien muy inocente o derechamente perverso). Sin duda es un notable avance y los gobiernos de la Concertación tienen otro logro que contar al país.

Esto es un interesante contexto en el cual plantear una tesis que he defendido hace un tiempo: La Constitución es cada vez más de las personas que del grupo reaccionario que quiso a través de ella consagrar sus intereses. Es más, desde las reformas del 2005, sí que es de todas las personas que habitan nuestro país.

Las sucesivas reformas que ha tenido y los tratados internacionales que se han suscrito democráticamente, han pavimentado el camino para hablar con propiedad que en Chile tenemos una Democracia Constitucional y, que por lo mismo, no sólo respetamos lo que dice la mayoría en parlamento o en las elecciones; si no que también sabemos que hay cosas indecidibles (derechos fundamentales de libertad, civiles y políticos) y cosas que no se pueden dejar de decidir (derechos sociales fundamentales). Sobre esto último quiero detenerme.

Se critica que lo expresado en el texto fundamental o son intereses de clase, o son simple verborrea hipócrita cuando se habla de derechos de los débiles.

No obstante ser lo anterior cierto respecto de determinados derechos contextualizados (léase, realidad fáctica versus realidad normativa), aquella crítica no empaña el tremendo valor político y de justicia el concebir la Constitución como el hogar protector de los menos favorecidos…en la simple lucha política, miles con palas no ganan a un puñado con metralletas…o una bomba. La historia es un excelente ejemplo, el poder popular sufrió su 1973 en Chile, los puños de 1917 sucumbieron a la dictadura de la burocracia entre muros, para luego abatirse en la dictadura del capitalismo salvaje, al caer aquellos. Ante la ley del más fuerte de la política siempre perderá el más débil… a menos que tenga derecho a no perder: eso son los derechos fundamentales de la Constitución.

La no efectividad de declaraciones como “Todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, deben ser contrarrestadas con la realidad y criticarse desde ella, al menos, por cualquier socialista democrático consecuente o coherente, desde el mundo social…desde el centro del conflicto político de nuestra sociedad. Pero debe ser el principal dogma del socialista legislador y/o jurista. El primero, al tratar de plasmarlo en cada ley que dicte, creando las garantías que sirvan a las personas para que nunca pierdan en lo que nadie tiene derecho a perder, pero asumiendo la conducta crítica en tanto dirigente desde el mundo social, desde la arena política; permitiéndole así ser propositito a la hora de generar garantías legales de los derechos fundamentales. El segundo, asumiendo la misma postura tanto crítica como propositiva, a la hora de realizar su trabajo intelectual y práctico.

Cada socialista democrático debe desdoblarse: Ser crítico desde lo que es, pero propositivo desde lo que debe ser y no es para que sea.

En definitiva, de este proceso dialéctico constante, del socialista crítico y el socialista axiológico (normativo o propositivo) puede salir la síntesis de una realidad que será desde lo que no es, pero que asumimos que debe ser (léase, un mundo distinto).

El ex-presidente Lagos y la presidenta Bachelet muy bien lo entienden, derechos fundamentales no son sólo los DD.DD (lucha de primerísima relevancia, por cierto), sino que construir las garantías desde las políticas públicas y el actuar legislativo nos llevarán a un país más justo, y eso se está plasmando. La Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos son el punto de partida; pero también, el punto de llegada (no obstante poder cambiarse, según nuestros avances, la meta a llegar)

La izquierda de políticas consistentes de nuestro país, como un modelo distinto a la izquierdas verborreicas de otros países de la región (según el esquema de Patricio Navia), realizan un robustecimiento del sistema social inexistente post dictadura, en un contexto de libertades… es decir, se consagra el modelo de la democracia constitucional, tanto política como jurídicamente: Democracia formal – libertades, gobierno de la mayoría en las urnas y en el parlamento- y Democracia sustancial –garantías de protección del mismo sistema democrático y los derechos fundamentales-. Los frutos son haber reducido la pobreza e indigencia en tan poco tiempo como ningún país subdesarrollado e ir avanzando en la disminución de las injusticias en la distribución del ingreso (progresos del que ni siquiera los que tienen petróleo pueden jactarse).

En definitiva, con gobiernos de socialismo democrático de izquierda consistente, lo que no es, pero debe ser, será[1].



[1] Cabe precisar, que si bien el será jamás será plenamente facticidad, aquello no es más que el seguir reafirmando que las utopías siguen vivas…ser socialista democrático es seguir creyendo en utopías.